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lunes, 21 de enero de 2019

LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS


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A lo largo del siglo XIX, el imperio español se desmoronaba, perdimos las colonias americanas, las continentales y las insulares, Cuba, Puerto Rico, Guam. Vivimos una de las mayores crisis de la historia de España. 

El ejército español de la época estaba compuesto por muchos jóvenes de familias desfavorecidas que abandonaron sus campos y pueblos en una aventura que resultó trágica. En la época, era fácil escapar del servicio militar a poco que se tuviera una posición económica un poco desahogada. 

Cuba y Puerto Rico eran dominios españoles, pero estaban demasiado cerca de los Estados Unidos que anexionaba territorios con la compra de Alaska o la apropiación de Hawai. 

El 25 de abril de 1898 llegó el pretexto para limpiar esas islas de españoles. En Cuba saltaba por los aires el Maine. Este hecho justificó la declaración de una guerra contra España. Pero la verdad fue que lo del Maine no fue un sabotaje español, fue un mero accidente como se demostró con posterioridad. Los americanos querían también las Islas Filipinas, como entrada y base para abastecer de carbón a sus colonias en Asia. 

España mantenía 28.000 efectivos en la zona, muy lejos de los 100.000 que teníamos en Cuba. Ante un clima aparente de paz, en 1897 se redujeron las tropas. Así, un año siguiente se inicia la insurrección del líder filipino Aguinaldo contra los españoles con el apoyo decidido de los buques americanos desde la costa. En hora y media, se perdió toda la flota española, uno de los mayores desastres de nuestra historia. 

Recordamos el sitio de Baler, una pequeña población en la isla de Luzón. Con la insurrección filipina, los españoles se hicieron fuertes en la isla. Tras una primera rendición, se mandaron refuerzos desde Manila con el capitán Enrique de las Morenas, los tenientes Saturnino Martín Cerezo, Juan Alfonso Zayas y Rogelio Vigil de Quiñones. 

Instalados en la Iglesia, la convirtieron en una auténtica fortaleza militar, dispuestos a aguantar la llegada de más refuerzos o nuevas órdenes. La iglesia era muy reducida, con muros débiles. Se taparon todas las ventanas. Reunieron toda la alimentación disponible, arroz en mal estado, habichuelas, tocino rancio,… comenzaron una resistencia heroica de 337 días. Pasan los días y se sigue soportando el asedio. 

Solo los amilana la terrible epidemia del beriberi, la hinchazón de extremidades inferiores con dolores agudísimos que acababa con la vida del enfermo. También la disentería que provocaba dolor abdominal, fiebres y diarrea. Los soldados van cayendo. Cuando se agota las raciones de carne, se comen lagartijas, ratas y serpientes. Desesperación. 

Al fallecimiento del capitán De las Morenas, queda al frente de la guarnición el teniente Saturnino Martín Cerezo. El techo de la iglesia ha sido destruido, no tenían ropa, no tenían calzado, apenas se dormía, pero se resistía. 

En el exterior, el enemigo enviaba mensajes de paz. España ya se había rendido y el 13 de Agosto de 1898 firma el Tratado de París donde entrega a los Estados Unidos las Filipinas, Cuba y Filipina. Con la mayoría de los soldados repatriados, los héroes de la Iglesia siguen resistiendo. No escuchan a los emisarios que les avisan que la guerra había acabado. Llegan a la Navidad de 1898 con una situación angustiosa. 

Llega Mayo de 1889 cuando al teniente Saturnino Cerezo se le entregan unos periódicos y ve las noticias que llegan de España. El había defendido el sitio, resistido pero la guerra hacia meses que había acabado. 

Negocia la rendición, salen de la iglesia portando sus armas, con honor y respetados por sus enemigos, con la cabeza bien alta. Habían muerto 17, pero por la enfermedad y no por el combate. El 1 de Septiembre desembarcan en Barcelona, con todos los honores. Eran los últimos de Filipinas. 





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