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viernes, 4 de enero de 2019

LA GUERRA DE CRIMEA


La guerra de Crimea fue un conflicto que entre 1853 y 1856 libró el Imperio ruso contra una liga formada por el Imperio otomano, Francia, el Reino Unido y el Reino de Cerdeña. Austria y Prusia solo se quedaron en las amenazas. Hasta España estuvo presente, pues el general Prim acudió al frente de un numeroso grupo de observadores que intervinieron en los combates. La auténtica razón, sin embargo, era impedir que Rusia alcanzara una salida al Mediterráneo. Otros historiadores culpan al expansionismo ruso y al temor de otras potencias de que el Imperio otomano se desmoronase. Se disputó fundamentalmente en la península de Crimea, en torno a la base naval de Sebastopol. Se saldó con la derrota de Rusia, que se plasmó en el Tratado de París de 1856. 

A finales del siglo XVII, el Imperio otomano se hallaba en decadencia y sus estructuras militares, políticas y económicas no fueron capaces de modernizarse. A consecuencia de varios conflictos, había perdido los territorios al norte del mar Negro, entre ellos la península de Crimea, de los que se había adueñado Rusia. Esta deseaba socavar la autoridad otomana y asumir la protección de la abundante minoría de cristianos ortodoxos de las provincias otomanas europeas. Francia y el Reino Unido temían que el Imperio otomano se transformase en vasallo ruso, lo que hubiese trastornado el equilibrio político entre las potencias europeas. 

La tensión se agudizó por las disputas por el control de los Santos Lugares en Palestina entre cristianos occidentales y orientales. Los rusos emplearon estos roces para exigir concesiones de los otomanos y, estos, sostenidos por las potencias europeas occidentales, se negaron a otorgárselas, lo que desencadenó la guerra entre los dos imperios en el otoño de 1853. Rusos y otomanos se enfrentaron en el Cáucaso y el delta del Danubio; el rechazo ruso a evacuar los principados danubianos, sometidos a los otomanos, determinó la entrada en guerra de Francia y del Reino Unido. Temiendo que el Imperio austriaco interviniese también en favor del enemigo, el zar Nicolás I ordenó retirarse de los Balcanes en el verano de 1854. El deseo del emperador francés Napoleón III y del primer ministro británico lord Palmerston de impedir que los rusos pudiesen amenazar de nuevo el Imperio otomano les impelió a atacar la base naval de Sebastopol, donde anclaba la flota rusa del mar Negro. 

Tras desembarcar en Eupatoria el 14 de septiembre de 1854, las fuerzas aliadas vencieron a las rusas en la batalla del río Almá y emprendieron el asedio de la ciudad homónima a principios de octubre. La esperanza inicial de una rápida victoria dio paso a la evidencia de la encarnizada resistencia de los defensores y a una guerra de trincheras. Los rusos trataron varias veces de romper el cerco de Sebastopol, pero fueron derrotados en Balaklava, Inkerman y Chernaia; los sitiadores, por su parte, sufrieron copiosas pérdidas para conquistar los reductos rusos. Finalmente la llegada de refuerzos y el agotamiento de los defensores les permitió a los franceses tomar el bastión de Malakoff que dominaba la ciudad el 8 de septiembre de 1855 y los rusos abandonaron esta al día siguiente. 
Rusia, sin embargo, no pudo aprovechar los fallos de los invasores. Aunque Crimea fuera parte de Rusia, en la práctica estaba más lejos de Moscú o San Petersburgo que de París o Londres. Las malas comunicaciones y las enormes distancias de Rusia hacían más difícil la llegada de los efectivos militares y suministros rusos que la de los franceses e ingleses, que venían por mar. Además el ejército del zar estaba mal armado, muy atrasado táctica y organizativamente.
En cambio la Marina de guerra rusa organizó muy bien la defensa de Sebastapol, que se mantuvo durante un año frente a unas fuerzas muy superiores, pues Francia e Inglaterra aumentaron exageradamente su implicación en la guerra, hasta movilizar un total de 400.000 soldados franceses y 250.000 británicos, a los que había que añadir unos 20.000 italianos y 30.00 turcos -no se contabilizan los turcos que combatieron fuera de Crimea, muchísimo más numerosos-. Cuando la defensa de Sebastopol se hizo insostenible, la Marina lo evacuó eficazmente, en una sola noche, construyendo puentes de barcas a través de la rada de Sebastopol. 

Los combates continuaron durante algunos meses más, hasta la firma del Tratado de París el 30 de marzo de 1856. Este puso fin al enfrentamiento europeo surgido del Congreso de Viena de 1815 y marcó el resurgimiento de Francia como potencia, pero no resolvió la Cuestión Oriental que había desatado la contienda de Crimea. A veces se considera esta como la última guerra antigua y la primera moderna por la utilización en ella de nuevas tecnologías como el barco de vapor, el ferrocarril, la artillería de gran calibre, el fusil de ánima rayada, el telégrafo, las enfermeras, los periodistas y las fotografías (aunque las famosas fotos de Fenton son retratos posados que no transmiten la crudeza de la guerra). Por otro lado y un poco más anticuado, las tácticas de combate de los ingleses o el armamento de los rusos eran como en el siglo XVIII.
Fotografía de Fenton durante la guerra de Crimea.


Fue un conflicto desastroso por la pésima planificación de la campaña, la mala intendencia, la falta de cuidados médicos y la incuria de buena parte de los mandos, todo lo cual produciría una cifra monstruosa de bajas. Los rusos perdieron 450.000 hombres, aunque solamente 100.000 en el campo de batalla, el resto fue por epidemias y malas condiciones de vida. Francia sufrió 100.000 bajas, el 60% por enfermedades, que provocaron también el 80% de los 20.000 muertos ingleses. 

Entre los errores tácticos y el caos logístico, al poco tiempo del desembarco, el ejército inglés había dejado de existir como fuerza operativa, y solamente salvó la situación el primer invierno el cuerpo expedicionario francés, mayor y más experimentado en la guerra moderna por la reciente conquista de Argelia.


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